martes, 10 de octubre de 2006

¿Hacia una cultura autoritaria?

Costa Rica

Académicos analizan la coyuntura y rasgos de la actual administración. 


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La policía requisó a las personas que asistían a la Iglesia católica de Ciudad Quesada, donde el gabinete y el mandatario Arias sostenían una reunión. (Foto cortesía de Elsa Rojas)

MARÍA FLÓREZ-ESTRADA
redactora

Decir que el irresistible ascenso de Óscar Arias, de expresidente constitucionalmente prohibido de postularse a una reelección, a Presidente que defiende abiertamente la posibilidad de recurrir a una "tiranía en democracia", para hacer avanzar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC), se parece al irresistible ascenso de "Arturo Ui", el personaje de la obra teatral de Bertolt Brecht que abordó el ascenso del nazi-fascismo, en Alemania, sería una simplificación y un anacronismo.
Sin embargo, la serie de hechos políticos ocurridos en una Costa Rica que, desde hace unas dos décadas, ha cambiado hacia una sociedad de mayor desigualdad social y creciente confrontación política, podrían ser sintomáticos de que también la cultura de consensos y amplios pactos sociales, inaugurada tras la guerra civil del 48, podría llegar a su fin.
Recapitulemos:

· El 3 de abril de 2003, se produce un cuestionado fallo de la Sala IV, entre otras razones, porque tenía "nombre y apellido", el cual despejó el camino para que el exmandatario Óscar Arias pudiera aspirar a la reelección presidencial. Cinco magistrados votaron a favor: Luis Fernando Solano (presidente de la Sala), Virginia Calzada, Adrián Vargas, Gilberth Armijo y Ernesto Jinesta. Y dos declararon sin lugar las acciones: Luis Paulino Mora, presidente de la Corte, y Carlos Arguedas.
· El 21 mayo de 2003, Arias manifestó su oposición a que su partido, Liberación Nacional (PLN), organizara un congreso ideológico en octubre, que el otro precandidato de esa agrupación, Antonio Álvarez Desanti, creía indispensable.
· El 22 de marzo de 2004, se publicó en La Nación una entrevista en la cual se dice: "Aludiendo a su único rival, Antonio Álvarez Desanti -quien fue su ministro de Gobernación y de Agricultura-, (Arias) dijo que "dos no pelean si uno no quiere". Y agregó: "Las águilas habitan en las cumbres y cometerían un gravísimo error si bajan al fango a pelear con los caracoles".
· El 27 de marzo de 2004, acogiendo la propuesta del precandidato Arias, 82 de 105 asambleístas del PLN presentes, cambiaron la forma de designar los candidatos a diputados, y decidieron volver al sistema antiguo de elección cerrada, conocido popularmente como "dedocracia".
· El 3 de setiembre del 2005, el entonces candidato Arias afirmaba a La Prensa Libre: "Las reformas importantes como el Plan Fiscal y el TLC no avanzan. Bajo esa premisa, creo que es mejor evitar el caos y la anarquía y promover la tiranía en la democracia, es decir, un mandato claro, con un líder que sabe qué es lo quiere y quiénes le pueden ayudar a conseguirlo".

· El 15 de setiembre pasado, el diario La Nación se refirió al "inusual operativo de seguridad desplegado alrededor del edificio del ayuntamiento, donde estaban el presidente Óscar Arias, su gabinete y autoridades cartaginesas. Unos 180 policías y 40 agentes de seguridad especial contuvieron a los manifestantes (en su mayoría estudiantes) que intentaban sobrepasar los retenes para lanzar frente al ayuntamiento sus consignas contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, República Dominicana y el istmo. La policía también limitó el ingreso de ciudadanos a la plaza Mayor de Cartago, ubicada frente a la sede de la municipalidad."
· El 26 de setiembre, la segunda fuerza electoral -segunda, por unos 18 mil votos-, el Partido Acción Ciudadana (PAC), emitió un comunicado titulado "Gobierno aspira a la tiranía en democracia", en el cual advirtió de los "peligros por el incremento de las actitudes intolerantes del gobierno frente a los costarricenses opuestos al presidente Oscar Arias y el TLC."

"El premio Nobel de la Paz  se excede en despliegues y desplantes policiales para contrarrestar las ideas y reprimir las opiniones de las personas que se oponen al Tratado del Libre Comercio con los Estados Unidos. Paralelamente, la fracción del gobierno cercena cualquier posibilidad de realizar una franca discusión sobre el TLC en la comisión de asuntos internacionales. La semana pasada rechazaron otra audiencia más, esta vez, impidieron que el ex presidente Abel Pacheco explicara los detalles de la negociación de este acuerdo comercial."

· Además, denunció que, ese mismo día, "el  Gobierno desplegó 180 efectivos durante las celebraciones del cantonato de San Carlos. Nunca ha sido necesaria tanta seguridad para recibir a un presidente y sus ministros." El obispo Sancasimiro también denunció, iracundo, que en San Carlos la policía requisó a los vecinos que querían ingresar a la Iglesia.
"Hoy fuimos víctimas de esta lógica perversa del gobierno de aplicar la tiranía en la democracia, como lo hizo la presidenta de la Comisión de Asuntos Económicos, la cual impidió que el PAC participe en la subcomisión que analizará los proyectos del fortalecimiento del ICE que redactó la Universidad de Costa Rica," reclamó la diputada Leda Zamora, en esa misma nota.

UNIVERSIDAD quiso conocer la interpretación que tres académicos de la UCR hacen de tales hechos, en el contexto de la actual coyuntura histórica y política, a partir de preguntas incitadoras.
A la socióloga Mercedes Muñoz, decana de Ciencias Sociales, el sociólogo y profesor, Jorge Rovira, y el historiador y profesor, Iván Molina se les plantearon las siguientes consultas: "¿Qué nos dicen estos hechos sobre el momento por el que atraviesa políticamente el país? ¿Se produce un cambio o ruptura en la capacidad de negociar y de llegar a acuerdos, de la sociedad costarricense? ¿Reflejan una intolerancia -que se ha calificado de vocación autoritaria-, que puede ser considerada solo como un rasgo de personalidad o dice algo más sobre los cambios que están forjando el nuevo estilo de desarrollo de Costa Rica? ¿Le recuerda a algún otro mandatario costarricense del pasado, o el ambiente de otro momento de nuestra historia?"
De seguido, sus reflexiones.


  Mercedes Muñoz, decana de Ciencias Sociales:
  "Protesta es un derecho ciudadano"
 

La percepción de inseguridad parece ir en aumento día a día.  Los operativos policiales contribuyen en esto y nos ponen en alerta.  Se suceden cuando y donde menos lo esperamos.  Los motivos en general son bien conocidos, entre otros por drogas ilegales, secuestros, robos, tráfico de menores y, con el propósito de tomar presos a mafiosos del crimen organizado o bien, contener la microdelincuencia.
En todo esto, los medios de comunicación masiva no pierden primicia y nos bombardean con estas noticias.
Pero más nos ponen a pensar y nos preocupan aquellos otros operativos policiales, considerados excesivos, en los cuales se realizan acciones represivas contra los participantes en actos públicos.  Un caso: el tradicional acto del recibimiento de la antorcha, el pasado 14 de setiembre en la Ciudad de Cartago, donde los ciudadanos expresaron su malestar por ver como se les inhibía de  participar en la fiesta cívica.
¿De qué se trata? ¿Desde cuándo? Y, sobre todo, ¿por qué?  Con extrañeza y desconcierto pensamos en el legado cívico y civilista que nos heredó don "Pepe".  Recordemos que la represión como fórmula para acallar las voces de los disidentes, no es buena consejera.
La percepción de inseguridad no discrimina entre delincuencia y disidencia.  Canalizar esta última por otros medios debería ser la alternativa.  Total, la protesta social es muy diferente de la delincuencia y amerita ser tratada como lo que es: un derecho ciudadano.

 


  Jorge Rovira, sociólogo:
  "El Presidente está impaciente"
 
No veo, hasta el momento, vocación autoritaria de parte del Presidente de la República. Arias ha manifestado hasta la saciedad que considera fundamental para el país la aprobación del TLC. Se comparta o no con él esta posición lo cierto es que no ha podido ser más claro al respecto. No ha engañado a nadie en este punto y está procediendo con toda consecuencia política al procurar que se apruebe, de acuerdo a lo ofrecido en su campaña electoral.
 
Un segundo aspecto por considerar es el siguiente: si bien Arias sabe que podría llegar a contar con la fuerza política requerida en el Parlamento para alcanzar su objetivo, esto constituye sólo parte de la cuestión. Pero él sabe, aun mucho más, que esto puede no serle suficiente o que, en todo caso, es indispensable en tema tan crucial elaborar, construir, la más amplia aceptación pública de la decisión a tomarse. Y que es aquí en donde la situación se ha tornado cada vez más complicada. A pesar del esfuerzo empresarial y de algunos medios de comunicación para apoyarlo en la construcción del nuevo consenso que haga ver como necesaria y obvia para el desarrollo futuro de Costa Rica la aprobación del TLC, a pesar de dicho esfuerzo, la resistencia organizada y latente se mantiene de una manera significativa. Aquí es donde se encuentra el principal problema.
Es un problema, en primer lugar, por el costo político interno que puede conllevar el intento de aprobación a ultranza del TLC. Y es un problema para él, en segundo lugar, por el costo político en el extranjero que podría acarrearle dicha aprobación si se recurre a expedientes represivos o antidemocráticos, en particular para un hombre que tiene visión y perspectiva internacional, que tiene reconocimiento mundial y que, además, tiene aspiraciones en ese terreno.
Un tercer aspecto es el siguiente: Arias se encuentra cada vez más impaciente. Hubiera querido que Pacheco le hubiera entregado el gobierno con dos puntos fundamentales resueltos ya: la reforma tributaria y la aprobación del TLC. Ninguno llegó a tiempo. De modo que su gestión debe vérselas con ambos,  que son a su vez un requisito para una buena gestión y para darle un impulso al país de modo extraordinario (en su visión de las cosas).
Arias parece haber girado instrucciones estrictas a su gabinete en el sentido de evitar en todo lo posible crear segundos frentes de conflicto, que pudieran sumarle oposición a la que ya tiene en los dos puntos fundamentales antedichos. En efecto, en julio el magisterio nacional logró por fin la aprobación de una diminuta reforma a la ley de pensiones que resolvía un enorme foco de tensión latente, pero igualmente se podrían brindar otros ejemplos más.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo por construir el consenso pro TLC, a pesar del empeño por no abrir segundos frentes de conflicto, la resistencia se mantiene. El avance de ambos asuntos en la Asamblea es lento. El tiempo pasa. Y es plausible que ninguno quede completamente resuelto antes de marzo o mayo del 2007. Son 4 años de gobierno y ya se habría ido prácticamente uno en conseguir las "precondiciones" para un gobierno brillante y distinguido como el que Arias aspira y pretendería realizar.
A partir de esta lógica, de ser cierta mi interpretación de actores y circunstancias, ¿no es cierto que Arias se encuentra colocado en un escenario que lo impacienta y, peor aún, que lo tiene que estar preocupando enormemente?
Qué puede llegar a ocurrir si todo esto le sigue al Presidente Arias de modo relativamente adverso a sus expectativas, es asunto sobre lo cual prefiero aún no opinar. Pero esperaría que la impaciencia y la preocupación, ambas crecientes que se le notan, no alcancen a traducirse en acciones que los costarricenses tengamos que lamentar y, a la postre, él mismo, en primer lugar.




  Iván Molina, historiador:
  "Apuesta por las murallas"


 
El problema inmanejable que tiene el señor Arias es cómo conciliar su condición de Premio Nobel de la Paz y abanderado mundial por el mejoramiento de la humanidad, con una posición de defensa de los intereses de los grupos empresariales más poderosos y conservadores que tienen negocios en Costa Rica.
Las actitudes y poses intolerantes (o que parecen intolerantes del señor Arias) tienen básicamente un propósito disuasivo, cual es convencer a los opositores al TLC que su gobierno empleará toda la fuerza necesaria para reprimir las eventuales protestas y movilizaciones ciudadanas.
Esto último (ir a un enfrentamiento) es precisamente lo que el señor Arias no quiere que ocurra, ya que una vez desatada la confrontación, nadie sabe cómo va a terminar ni cuál va a ser el costo humano, económico e institucional.
Por tanto, detrás de las poses autoritarias del señor Arias hay, ante todo, un enorme temor no sólo a un resultado impredecible, sino al costo que eso podría tener para su imagen internacional y para el país. En el peor de los escenarios posibles, para el país y para su imagen, el gestor del plan de paz para Centroamérica podría ser conocido, en los futuros libros de historia, como el carnicero de San José.
Esas actitudes y poses intolerantes y elitistas del señor Arias se explican porque como no es viable negociar nada en relación con el TLC, la única salida que les queda a quienes apoyan dicho tratado es la descalificación total y sistemática de sus adversarios (lo contrario también es cierto).
En otras palabras: a diferencia de otros desafíos enfrentados por la sociedad en el pasado, el reto planteado por el TLC no puede ser negociado a lo costarricense porque el TLC mismo excluye tal opción (es decir, la propia forma del TLC supone y fomenta la polarización). Y no podía ser de otra manera: al estar en función de los intereses del gran capital transnacional, el TLC por principio deja de lado a la sociedad civil. Desde esta perspectiva, el problema básico de Arias no es que no quiera, sino que no puede negociar. La única opción es echarse un pulso con los adversarios del TLC a ver cuál desiste primero.
En una Costa Rica políticamente desencantada y cada vez más desigual, la lucha en torno al TLC podría conducir, por tanto, a una ruptura constitucional. La única vía institucional segura mediante la cual esa lucha se podría evitar, sería que la Sala IV declare inconstitucional el TLC. Otra opción, aunque más lejana, podría ser que diversas organizaciones e instituciones, con la Iglesia católica a la cabeza, se pronuncien tan fuertemente en contra del TLC que favorezcan la ruptura de líneas de partido en la Asamblea Legislativa.
En la historia nacional del siglo XX, ha habido otros políticos que en distintos momentos históricos, han desatado fuertes pasiones en su contra. De ellos, resalto dos: el dictador Federico Tinoco y el presidente Teodoro Picado. En el caso de Tinoco, tal resultado fue producto de que, a medida que perdió respaldo popular, respondió a sus adversarios con más represión. Picado, en cambio, realizó una gestión esencialmente conciliatoria, que fue saboteada por los sectores de línea dura de oposición, interesados en promover una ruptura constitucional para alcanzar el poder. Tinoco y Picado comparten con Arias el hecho de que amplios sectores de la población cuestionaban (y cuestionan) la legitimidad de su ascenso a la presidencia: Tinoco por un golpe de Estado primero y luego por una elección en que participó como candidato único; Picado por una elección considerada fraudulenta (algo que ahora es claro que no fue así); y Arias por una controversial decisión de la Sala IV que le permitió volver a competir por la presidencia.
Estimo que la virulencia de las manifestaciones hacia el señor Arias se explica en parte, porque Arias subvaloró la magnitud y la profundidad de la oposición; en parte por algunas torpezas políticas cometidas por el propio Arias (por ejemplo lo del CENAC); y en parte porque, al declararse a favor de un TLC innegociable, no le quedó otra opción que asumir actitudes y poses que potenciaban la oposición en su contra. De esta forma, un político como él, que siempre ha hablado de tender puentes y derribar murallas, hoy se ve obligado a prescindir de los puentes y a apostar por las murallas.



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