miércoles, 11 de noviembre de 2009

Luis Alberto Monge: "Reforma sí, pero no la que quiere Oscar Arias"

Luis Alberto Monge: Políticos proponen una reforma constitucional acomodada a sus ambiciones
Escrito por JORGE LUIS ARAYA (jorge.araya@semanario.ucr.ac.cr)   

El expresidente Monge afirma que la propuesta de Rodrigo Arias ha sido una de las más perniciosas.

De la existencia de un aparato “totalitario” de propaganda en el país, el vacío de liderazgo, desilusión y desconfianza de la ciudadanía en las cúpulas políticas habló el expresidente Luis Alberto Monge a UNIVERSIDAD, con motivo de cumplirse este mes 60 años de la Constitución Política de 1949.

El país necesita una nueva Constitución, pero las circunstancias políticas imposibilitan el llamado a una Constituyente, advierte el exgobernante liberacionista (1982-86). Se desempeñó como el constituyente más joven (23 años) y hoy es uno de los dos únicos miembros titulares de la Asamblea Nacional Constituyente de 1949 que sobreviven.
Con la Constitución de 1949 –recuerda el exgobernante en entrevista concedida a UNIVERSIDAD el pasado jueves en su residencia ubicada en Pozos de Santa Anta- culminó un proceso de turbulencia política generalizada en el país y que remató con la guerra civil de 1948. Lo interesante es que el costarricense mostró una madurez cívica, porque en cuanto se silenciaron las armas, el debate y la confrontación se trasladó al campo de las ideas, y el principal escenario de esa confrontación fue la Asamblea Nacional Constituyente, resaltó.
“Yo me excluyo” –apunta- pero a la Constituyente llegaron figuras destacadísimas de aquel momento, y todos estaban muy apegados a los grandes amores del costarricense que son la libertad, la paz, la justicia, aunque fueran de diferentes ideas. Con un alto espíritu patriótico se empeñaron en sacar una nueva constitución que fuera la mejor posible para Costa Rica.
“Hubo debates acalorados por las diferencias de pensamientos. En el capítulo de derechos y garantías sociales, que me tocó a mí presentarlo, porque así lo decidió mi jefe de fracción que era Rodrigo Facio (del Partido Social Demócrata), los debates fueron intensos. Había algunos de los planteamientos que venían del capítulo de garantías sociales del año 43, y otros que nosotros introdujimos.
“Lo interesante es que sesionábamos a partir de las tres de la tarde de lunes a viernes y nunca se interrumpió por falta de quórum. Los suplentes (eran 45 propietarios y 13 suplentes), salvo en caso de ausencia definitiva de algunos diputados, no tuvieron mucha oportunidad de entrar a sustituirnos, porque nosotros no faltábamos. Incluso un suplente de gran renombre intelectual, como Carlos Monge Alfaro, nunca tuvo chance de entrar a sesión.”
Especialmente brillante fue el papel de Rodrigo Facio, quien en una ocasión hizo uso de la palabra de principio a fin durante tres sesiones, y todos lo escuchaban atentamente, al exponer su tesis sobre poder de facto y poder constituyente, recuerda Monge.
La Constituyente se inauguró el 5 de enero de 1949 y la Constitución se firmó el 7 de noviembre de ese año.
 “Salió un proyecto  que como obra de humanos no es perfecto, y a lo largo de estos 60 años, a través de enmiendas parciales, se le ha querido poner a tono con las vibraciones de los nuevos tiempos. Sin embargo, las constituciones y las leyes en general han sido sacudidas por lo que se ha llamado la revolución tecnológica, que comenzó en las últimas décadas del siglo XX, y ha surgido la idea de que con reformas parciales no logramos  ajustarnos a las nuevas realidades.”
“Creo que sobre la necesidad de convocar una constituyente y de tener una nueva Constitución Política no hay mucha división, pero las circunstancias políticas han hecho muy difícil avanzar en esa dirección. Y más en los últimos tiempos cuando algunos políticos han propuesto la constituyente para una reforma integral, y tener una constitución acomodada a sus ambiciones y sus intereses. Eso nos ha hecho prácticamente imposible poder avanzar en la idea de una constituyente.”

¿Se refiere a la propuesta que hizo el ministro de la Presidencia Rodrigo Arias?


- Esa es una de las más perniciosas que ha habido, de las que lanza no sabemos para cuando las posibilidades de tener una constituyente, porque surgió con toda razón la sospecha de que lo que quieren es una constitución acomodada a sus ambiciones y a sus intereses.
Hay también algunos temores de que la constituyente pudiera ser dominada por los grupos neoliberales que han estado gobernando aquí,  y entonces podría significar un retroceso en las conquistas obtenidas en el campo económico y social.

¿En un país claramente dividido sobre el rumbo que se debe seguir, cómo se podría impulsar una reforma constitucional?

- Tendríamos que salir de esta situación en que hemos entrado, en donde se ha terminado la independencia de poderes, porque no hay esa independencia de poderes que es básica para el funcionamiento normal de la democracia y del sistema republicano.
Hay un aparato de propaganda totalitario que respalda y santifica todas las acciones del Gobierno y sataniza a los que se atreven a cuestionar posiciones de gobierno y a denunciar la corrupción. Se nos califica de inmediato de comunistas, de extremistas, sindicalistas, de todo eso. Ese aparato de poder totalitario nunca había existido en Costa Rica. Ni siquiera Hugo Chávez, a pesar de haber cerrado radioemisoras, tiene en Venezuela un aparato como el que existe aquí, con una penetración  tan grande en los medios de comunicación televisivos, radio, prensa plana, Internet.
La intolerancia es grande y aplastante. Por ejemplo, el viernes de la semana pasada (antepasada para los lectores) salió la encuesta de la Escuela de Matemáticas de la Universidad de Costa Rica (UCR), que es de lo que queda independiente aquí, donde el Gobierno aparece con mala calificación. Y ya el sábado sale en todos los periódicos en primera plana la contestación de eso, diciendo que el Gobierno tiene buena calificación.  Vea cómo funciona  ese aparato de propaganda, que yo llamo goebeliano, por la técnica que tienen. Al día siguiente ya estaban aplastando la encuesta de la Escuela de Matemáticas, y de eso se pueden dar decenas de ejemplos en los últimos años.
Por todo eso yo digo que estamos viviendo una ficción democrática, una falsa democracia, que hace casi imposible que podamos llegar a un acuerdo conveniente a los intereses del país para convocar a una Constituyente.

¿No ve en el horizonte atisbos de esperanzas de que eso cambie?

- Es realmente acongojante lo que ha venido sucediendo en Costa Rica en los últimos tiempos. Han sido reiteradas las violaciones al espíritu y a la letra de la Constitución del 49. Comenzó con un hecho escandaloso como fue el del 2003, cuando la Sala IV pretendió reformar el artículo 132 de la Constitución para abrir la reelección, ya sabemos, bajo las presiones de Óscar Arias y gentes que están alrededor de él.
Esto motivó un artículo mío del 11 de abril del 2003 y me llovieron los ataques porque lo califiqué de “bazucazo judicial”. Es decir, la Sala IV pasó totalmente por encima del artículo 145 de la Constitución, el cual dice que solo la Asamblea Legislativa, mediante dos legislaturas y por 38 votos en esas dos legislaturas, puede hacer una reforma parcial a la Constitución. Y en el 196 dice que una reforma integral solo la puede hacer una Constituyente convocada por la Asamblea Legislativa, y estableciendo ahí los parámetros dentro de los cuales va a funcionar esa nueva Constituyente.
Luego en el trámite del TLC y en el texto que se le impuso al país hay cantidad de violaciones. Una comisión de juristas muy calificada que nombró la UCR elaboró un documento muy serio, lo más sólido que se ha presentado sobre este tema, y no fue aceptado por la Sala IV. La Sala convalidó todas las violaciones. Eso de lo que habla es que el Poder Judicial, por lo menos algunas de sus estructuras más importantes como la Sala IV, se han sometido al Poder Ejecutivo.

El Gobierno y otros sectores afirman que la Constitución está anticuada y la maraña de leyes no dejan gobernar.

- Decir que no se puede gobernar es porque se quiere gobernar arbitrariamente y hacer  lo que les da la gana en el Gobierno.
Creo que sí se ha excedido la Sala IV y sí se requiere reformar las potestades de la Contraloría General de la República (CGR). Hay que agilizar la tramitación de contratos, de  inversiones, en eso estoy de acuerdo, pero es exagerado decir que no se puede gobernar dentro de la Constitución del 49.

¿Qué habría que cambiar en la Constitución?

-Bueno, aunque ya se hizo por reforma parcial, hay que tomar en cuenta retos que no estaban presentes en la mente de los constituyentes del 49, como los problemas ambientales y las amenazas del calentamiento global. No estaban presentes ciertas cosas que imponen como inevitables los procesos de globalización, que se concretan a lo comercial, lo financiero,  lo bancario y no están tomando en cuenta la solidaridad. Una constitución nueva tiene que resguardar al país de que no vaya a caer en globalización que no favorezca a los sectores menos protegidos de la población.

En relación con el momento político actual, ¿cómo ve el proceso electoral que empieza?


- Un pueblo terriblemente confundido, y atomizada la voluntad de los sectores que no están de acuerdo con las políticas del gobierno actual. Atomizada esa voluntad no solo en muchos partidos, sino en un bloque muy fuerte de abstencionismo, que significa uno de los grandes debilitamientos de la democracia costarricense.
Como reacción a las cosas que han ocurrido, al ensanchamiento de la brecha social, del aumento del desempleo, de las familias que han caído en pobreza, hay como una desilusión en las cúpulas políticas (…) ese es uno de los factores más riesgosos que tiene la democracia para Costa Rica.
Falta liderazgo y todavía no veo planteamientos fuertes y claros. Este proceso electoral a como va es un enfrentamiento de una serie de opciones partidistas frente a la continuidad del gobierno de los Arias. Hay resignación en algunos casos y desánimo en otros.

¿No es verdad que haya avance democrático en el país?


- No es cierto que hayamos avanzado.  En materia institucional, por ejemplo, no hemos tenido antes un caso tan agudo de la falta de independencia de poderes, de las actitudes arbitrarias del Poder Ejecutivo, del desprecio por la opinión de los opositores.

¿Costa Rica se va a pareciendo cada vez más a otros países de la región?

- Hemos entrado en un proceso de centroamericanización. Nuestra evolución institucional ha sido distinta a los demás países de la región, por lo que el ser costarricense es diferente al resto de Centroamérica, pero ese ser costarricense está siendo tremendamente estrujado por esas nuevas circunstancias que estamos viviendo.

¿Y quién es el responsable?


- Fundamentalmente la cúpula política y en estos últimos tiempos el aparato de poder y el aparato de propaganda que utiliza el Gobierno.

Pero a usted mismo le achacan el haber iniciado las tendencias neoliberales en gobierno.


- No, nosotros heredamos en el 82 una situación muy difícil en lo económico, lo social, en lo moral,  en una Centroamérica además incendiada por la guerra y la violencia. Entonces las negociaciones fueron muy duras con el FMI, el Banco Mundial, con nuestros acreedores, porque la deuda externa había subido mucho. Tuvimos que hacer concesiones en aquel momento para poder desbloquearnos financieramente, pero también tomamos medidas para contrapesar.
Yo siempre dije que las medidas eran ingratas, que nos dieran tiempo para los resultados, y entonces establecimos el ajuste salarial semestral de acuerdo con la inflación y el aumento de la canasta básica. Establecimos políticas de empleo hasta en el propio Ministerio de Trabajo, apoyamos el movimiento cooperativo de una manera decisiva como no ha vuelto a ocurrir. Apoyamos los puntos que fue posible desarrollar de “Volvamos a la tierra” (el programa de gobierno), el plan de irrigación, revivimos los planes de energía geotérmica de Miravalles (Guanacaste), metimos en el país la floricultura, la horticultura, citricultura, y se quedó –sin que nadie se volviera a acordar de él- el resto del programa de “Volvamos a la tierra.”
Aun cuando puedan tener razón los que dicen que nosotros en situaciones muy difíciles hicimos concesiones que tal vez no debimos haber hecho, no nos quedaba más camino que ese. No negociar con esos poderes foráneos era una catástrofe, como había pasado ya con la administración anterior (del presidente Rodrigo Carazo).
Pero cuando entregamos el gobierno, ya las circunstancias eran diferentes, y los rumbos que el  gobierno podía imprimir al país eran distintos a los que nosotros habíamos tenido como realidades inevitables.
En la administración Arias comenzó ese rumbo inconveniente. A un punto tal, que yo no la consideré dentro de las orientaciones nuestras. Yo nunca fui a Zapote (casa presidencial) en los años de la administración Arias.


Constitución violada


Al cumplirse 60 años de la Constitución Política de 1949 tenemos una violación por parte de las más altas autoridades del país como es el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) y Corte Suprema de Justicia. La Corte porque reformó la Constitución sin tener facultades para hacerlo, ya que la reforma al artículo 132 (prohibición de la reelección) debió haberla conocido la Asamblea Legislativa. Y el TSE por haber autorizado al Presidente de la República a ejercer  proselitismo electoral a propósito del Tratado de Libre Comercio (TLC) con EE.UU., existiendo prohibición expresa de la Constitución (art. 95, inciso 3), donde dice que el voto se emite con garantías de pureza, de libertad y de imparcialidad de las autoridades de Gobierno. Eso por mencionar dos ejemplos.
En la parte positiva vemos que la Constitución Política, a propósito de la creación de la Sala Constitucional, hoy existe no solo en los anaqueles de los abogados sino en el pueblo costarricense. Por fin se respetan los derechos y garantías individuales de los costarricenses.

¿La Constitución ya está desfasada e impide gobernar como afirman algunos?


- En absoluto. La Constitución les estorba cuando están violando las leyes, y por supuesto les estorban también el Código Penal, el Código Civil y la Ley General de Administración Pública. Si se actúa conforme a derecho no hay razón para que haya ingobernabilidad.
Evidentemente, en lo que se llama la materia orgánica, la parte de los poderes del Estado y las atribuciones que tienen, la Constitución tiene que adecuarse a los signos de los tiempos. El Estado supercentralista que tiene nuestra patria data desde Braulio Carrillo, y Braulio Carrillo tuvo que hacer eso porque esto no era una nación, era una diáspora de municipios distribuidos por todo el territorio nacional. Hoy ese concepto centralista del Estado me parece que tiene que cambiar.



Reforma sí, pero no la que quiere Oscar Arias

Hay que reconocer en la actual Constitución Política, en estos momentos en que se cumplen 60 años de su promulgación, la estabilidad que le ha dado a nuestro país durante todo este período. Ha demostrado ser  un documentado muy bien pensado por los constituyentes de aquella época, para permitirle a la sociedad costarricense avanzar y adaptarse a los tiempos siempre cambiantes.
No obstante, hay sectores con los cuales yo coincido, que señalan la necesidad de convocar una Asamblea Nacional constituyente, para que se aboque a una revisión general de nuestra carta constitucional, lo cual no implica una reforma total.
Se han acumulado problemas serios en la estructura del Estado, que hoy casi justifican todo ese discurso de la ingobernabilidad. El poder político sigue muy concentrado en el área metropolitana y en unas cuantas instituciones, en detrimento de una distribución más equitativa del poder político y del poder económico, por ejemplo en el régimen municipal.
Pareciera que estos son tiempos apropiados para pensar en una reforma constitucional, pero por supuesto jamás para concentrar más el poder político en la Presidencia de la República o debilitar controles, como han dicho don Oscar y don Rodrigo Arias.



Reformas para beneficio de las cúpulas

La Constitución del 49 sigue sirviendo, y la manera de que siga sirviendo ha sido hacerle reformas parciales, que es una forma de adaptar la Constitución a las necesidades del desarrollo histórico. Claro que son las cúpulas que tienen el poder las que hacen los cambios cuando les da la gana, de acuerdo con sus intereses,  y eso es lo que ha venido ocurriendo.
Siempre se ha mantenido la columna vertebral de la Constitución como la norma jurídica más importante del país, dándoles garantías económicas a los empresarios nacionales y extranjeros, protegiendo la propiedad privada, las empresas y el mercado capitalista.
En segundo lugar, la Constitución tiene algunas líneas para el estado social de derecho, que implica una protección a las garantías de la sociedad en un gobierno democrático y preocupado por las necesidades de la comunidad, fundamentalmente la salud, educación, vivienda, el empleo, los servicios públicos.
Pero evidentemente, como la propia Sala Constitucional lo ha dicho en gran cantidad de votos y sentencias, estas garantías no son absolutas, sino relativas. Eso significa que el Estado está llamado a atender estas necesidades de la sociedad de acuerdo con los recursos que tenga. Si tiene más, la atención será más amplia, si no los tiene, será pequeña.
Eso nos lleva a  la pregunta de si se necesita la convocatoria a una Asamblea Constituyente para promulgar una nueva Constitución.
No es necesario, porque con las normas existentes hay una protección a la propiedad privada, los empresarios, los consumidores, el ambiente, los derechos humanos, todo eso existe. Si en el futuro fuera necesaria una reforma, se hace por medio de la Asamblea Legislativa.  Algunos grupos de derecha del país, principalmente la cúpula de este Gobierno, quieren llamar a una Constituyente para dar más garantías a los grupos empresariales nacionales y a las transnacionales, pero eso no tiene nada que ver con los intereses del pueblo.



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