sábado, 14 de noviembre de 2009

PRE-PREMIO BARAK PARA OSCAR ARIAS

Darío Botero Pérez


Es mejor evitar el caos y la anarquía
y  promover la tiranía en la democracia
Oscar Arias


Tiranía y democracia

La sabia síntesis de lo que significan las sociedades jerárquicas –que han existido en el período de evolución que llamamos Historia-, la hace un premio Nobel de Paz programado para recibir el 2 de diciembre un doctorado honoris causa de una prestigiosa universidad española[1].

El exabrupto que significa relacionar “tiranía” y “democracia” como realidades políticas compatibles, capaces de coexistir, comprueba que la democracia de que habla el señor Arias es la llamada “representativa”, o sea, la caricatura de la democracia verdadera con la que tuvo que transar la humanidad para superar las detestables monarquías cuya autoridad dizque era de origen divino.

Dicha democracia verdadera sólo puede serlo la ejercida por todos y cada uno, consultando su conciencia, sus compromisos y sus intereses como ser único, como persona y como ciudadano.   O sea, sólo la democracia directa es verdadera democracia.

La que pactaron los liberales que hicieron la Revolución Francesa -para turnarse en el ejercicio del poder, a la luz de las teorías de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, entre tantos lúcidos libertarios sometidos a las limitaciones materiales de su época-, conocida como “representativa”, constituyó una ficción necesaria para que el sistema de poder popular tuviese visos de realidad.  

Para la época era imposible pensar que todos los ciudadanos pudiesen intervenir en los asuntos públicos ejerciendo plenamente los derechos que les concede la democracia auténtica.  

Por eso se optó por la fórmula de la “representación”, sometida a controles supuestamente eficaces, pero que, en realidad, constituye la perpetuación de unas élites ajenas a los intereses de las mayorías, y que pactan unas reglas para turnarse el ejercicio del poder.   Esto les permite lucrarse con el erario de formas originales que les hagan esguinces a los controles y las normas, o por simples clientelismo y corrupción. 

Sólo ahora contamos con la posibilidad efectiva de ejercer como ciudadanos plenos, sin acudir a intermediarios generalmente surgidos de elecciones amañadas o fraudulentas.   La ficción de la representación puede ser superada ventajosamente mediante el ejercicio directo de la democracia por cada ciudadano.

Tan asombrosa realidad del “Ágora Virtual”, la ha hecho posible el desarrollo técnico-científico, que ha acabado con tantos oficios y hasta promete liberar al hombre de la esclavitud del trabajo para que pueda disfrutar su condición de creador.

Por eso podemos quejarnos de las arbitrariedades de los potentados y sus representantes, tanto como exigir respeto a nuestra dignidad y castigo para quienes la han pisoteado durante siglos y pretenden seguir haciéndolo, sumiéndonos en una guerra en la que nos exterminemos mientras los despreciables que nos tienen al borde del abismo resucitan a costa de la sangre de la juventud, como ha sido lo típico en la Historia, tan violenta, necesaria y detestable.  Siquiera llegaron los tiempos de la Nueva Era.


Caos y anarquía

Pero, la relación de “caos” con “anarquía” también es un aporte magistral.  Demuestra que, para los potentados, lo que escape a su control es vituperable.  Lo consideran caos porque no les reconoce ninguna prerrogativa; los desprecia como presuntos capacitados dotados de superioridad innata frente a quienes acostumbran humillar y someter; los trata como simples ciudadanos comunes, sin más ni menos poder que cualquier otro.

Y, efectivamente, Arias tiene razón.  Esa sensación de “caos”  la produce la “anarquía”, o sea el gobierno de todos.   El que reconoce que nadie es más ni menos que nadie, lo que significa que todos tienen derecho a intervenir, opinar, decidir, sin sujeción a una presunta autoridad superior.  Y que ninguno puede decidir por todos, como sucede en la tal democracia representativa que hemos sufrido hasta ahora.

Esas prerrogativas de los “representantes” del pueblo ya no se justifican.  La democracia directa, lo que teóricamente se ha conocido como anarquismo, es la única posibilidad de ejercicio del poder en el tercer milenio, si aspiramos a sobrevivir . Los caudillos, los líderes, los gobernantes, en fin, son cosas de la Historia.

Por eso, lo que los potentados y sus lacayos –como el diligente Oscar Arias, presidente de costa Rica, y como Obama ahora, también premio Nobel de Paz- llaman “caos”, no es más que esa multitud de ciudadanos ejerciendo como tales, sin subordinaciones activas o pasivas. 

O sea, sin joder a nadie ni permitir que nadie los joda ni los suplante, por muy premiado que haya sido y pueda seguir siéndolo, pues el premio Barak debe ser el próximo galardón del Arias. 

Se lo merece por haber evitado una solución rápida de la crisis en Honduras al suplantar, con fórmulas presuntamente salomónicas, a las instancias internacionales autorizadas para hacerlo.  Les ha permitido eludir su obligación escudándose en los buenos oficios de un fiel sirviente del Imperio.

Por eso se ha ganado el premio que le va a otorgar la Universidad de Salamanca, tanto como los que otros potentados agradecidos y de buen corazón le quieran conceder.

Es digno de recibir el primer premio Barak a la abyección, si logra vencer a Álvaro Uribe en la honorable e inmortal contienda.  Éste -aunque su ambición parece casi tan grande como su cinismo- puede que se conforme con la medalla que le otorgó su mentor asesino, idiota, ladrón y mentiroso, George W. Bush.   Así mejorarían las probabilidades de Arias para recibir el galardón que reemplazará los premios Nobel en el 2010, si los potentados se salen con la suya y logran frustrar los anhelos de progreso auténtico que motiva a las mayorías.

La decisión será difícil, pues ambos son lacayos apegados a las mortales recetas neoliberales que les impone el Imperio, y que ellos cumplen gozosos con las comisiones y las buenas relaciones que adquieren por su vileza.

¡Esperemos a ver qué pasa!

Fuente:  Darío Botero Pérez.

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